El Silencio De Las Palabras Pdf
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El cristiano está «de pie» para acoger a Dios, en paciente «silencio» para escuchar la voz y «en salida» para anunciarlo a los demás, con la conciencia de que la fe es siempre «un encuentro». Lo afirmó Papa Francisco en la misa celebrada por la mañana el viernes 10 junio en la capilla de la Casa Santa Marta. Estas tres actitudes, explicó, animan e impulsan la vida de todos aquellos que se sienten vencidos por el miedo en los momentos más difíciles.
Al acercarse la Jornada Mundial de las Comunicaciones sociales de 2012, deseo compartir con vosotros algunas reflexiones sobre un aspecto del proceso humano de la comunicación que, siendo muy importante, a veces se olvida y hoy es particularmente necesario recordar. Se trata de la relación entre el silencio y la palabra: dos momentos de la comunicación que deben equilibrarse, alternarse e integrarse para obtener un auténtico diálogo y una profunda cercanía entre las personas. Cuando palabra y silencio se excluyen mutuamente, la comunicación se deteriora, ya sea porque provoca un cierto aturdimiento o porque, por el contrario, crea un clima de frialdad; sin embargo, cuando se integran recíprocamente, la comunicación adquiere valor y significado.
Gran parte de la dinámica actual de la comunicación está orientada por preguntas en busca de respuestas. Los motores de búsqueda y las redes sociales son el punto de partida en la comunicación para muchas personas que buscan consejos, sugerencias, informaciones y respuestas. En nuestros días, la Red se está transformando cada vez más en el lugar de las preguntas y de las respuestas; más aún, a menudo el hombre contemporáneo es bombardeado por respuestas a interrogantes que nunca se ha planteado, y a necesidades que no siente. El silencio es precioso para favorecer el necesario discernimiento entre los numerosos estímulos y respuestas que recibimos, para reconocer e identificar asimismo las preguntas verdaderamente importantes. Sin embargo, en el complejo y variado mundo de la comunicación emerge la preocupación de muchos hacia las preguntas últimas de la existencia humana: ¿quién soy yo?, ¿qué puedo saber?, ¿qué debo hacer?, ¿qué puedo esperar? Es importante acoger a las personas que se formulan estas preguntas, abriendo la posibilidad de un diálogo profundo, hecho de palabras, de intercambio, pero también de una invitación a la reflexión y al silencio que, a veces, puede ser más elocuente que una respuesta apresurada y que permite a quien se interroga entrar en lo más recóndito de sí mismo y abrirse al camino de respuesta que Dios ha escrito en el corazón humano.
El silencio puede leerse como ignorancia y falta de interés, pero también como sumisión. Según, Clint Smith, profesor y escritor estadounidense el silencio es el resultado del miedo y en ocasiones puede llegar a ser tan perjudicial que puede ocasionar problemas sociales graves como la opresión, discriminación, violencia e incluso guerras.
La historia nos ha mostrado como el silencio masivo y por largos períodos de tiempo puede llegar a oprimir los derechos humanos y nuestra libertad. También hemos sido testigos de personas cuyos actos han demostrado que el silencio no es opción cuando se quieren cambios, el caso de Rosa Parks, famosa por no querer ceder su asiento a una persona blanca y alzar su voz contra el racismo o Mahatma Gandhi, quien pregonó la desobediencia civil masiva no violenta, nos lo demuestran.
Paulo Freire, educador brasileño, hablaba como la opresión, (una de las causas del silencio), puede generar deshumanización cuando el oprimido quiere revelarse, no haciendo valer sus derechos sino queriendo convertirse también en opresor, poniendo en juicio la libertad de ambos. Para ello, él proponía la humanización, la cual no trata de aceptar lo que otros quieren que aceptemos, o decirle a la gente lo que quiere oír, si no en alzar la voz.
Sin embargo, como lo dice Clint Smith, hemos puesto demasiada atención a lo que la gente dice que no nos detenemos a analizar lo que callan. Analizar el silencio podría conducirnos a entender mejor a nuestras sociedades, el miedo que pueden ocultar sus habitantes y no necesariamente su desinterés en los asuntos de sus comunidades. ¿Crees que entender el silencio, más allá de las palabras, podría darnos las claves para construir sociedades más participativas en sus asuntos públicos?
Escuchar es un arte. Lo es cuando el mensaje nos viene cifrado a través de las palabras, con diferente tono y acompañado con gestos. Pero es más difícil todavía escuchar el silencio. Y, sin embargo, en ocasiones, el mensaje más importante es vehiculado a través del elocuente silencio.
Efectivamente, el silencio, a veces, es el ruido más fuerte que podemos escuchar, pudiendo incluso aturdirnos con su intensidad, con el impacto emocional que es capaz de producir en nosotros si le prestamos verdadera atención.
Y es que, hacer un buen uso del silencio es una condición que sólo saben administrar y aplicar los sabios. Con razón se dice que después de la palabra no existe nada más poderoso, y que si con la palabra demostramos nuestra supremacía por encima de los animales, con el silencio podemos demostrarnos a nosotros mismos que somos mejores.
A responder con el silencio se puede también aprender. Seguramente la clave fundamental es el autocontrol emocional, la disciplina de los impulsos, la paz con la propia impotencia, la relativización del propio criterio, la empatía con el mundo interior ajeno.
Aquí tienes un precioso cuento educativo para leer a los niños. Se trata de un relato que pone en valor el poder de la comunicación, y cómo el mero hecho de decir lo que sentimos se convierte en mágicas palabras que cambian nuestro destino.
¡Y por fin había llegado ese momento! La profe había anunciado que la próxima semana visitarían el Museo del Silencio. Valentín no comprendía qué es lo que se podría contemplar allí. El silencio no se podía ver, no se podía escuchar, no olía a nada. Tampoco se podían reunir distintos tipos de silencio ni, mucho menos, meterlos dentro de las vitrinas.
-Bienvenidos al Museo del Silencio. Aquí se guardan las palabras que nunca se dijeron, esas que se quedaron atravesadas en la garganta. Al convertirlas en silencio, algunas de estas palabras acabaron separando a las personas. Otras, hicieron perder una gran oportunidad. Por eso ahora se conservan en el Museo del Silencio. Se guardan en frascos de cristal, porque es frágil, como los miedos. Romper el temor de decir lo que se desea decir es más fácil de lo que parece.
En cambio, aquí, con las cálidas palabras y las actitudes de John para con ella se sentía cada día mejor. Como en sueños recordaba su llegada a la casa. Entre imágenes borrosas guardaba en su memoria el intenso dolor que sintió cuando el doctor le puso la nariz en su lugar.
Algún día, cuando tuviera ganas de hablar le gustaría hacérselo saber a John; por ahora prefería el silencio. Tenía muchas cosas que ordenar en su mente y no encontraba palabras para expresarlo que se estaba cocinando en su interior desde que dejó el rancho. Se sentía muy desconcertada. Los primeros días inclusive no quería salir del cuarto, ahí le llevaba sus alimentos Caty, una señora norteamericana de setenta años, que aparte de encargarse de la cocina tenía la misión de cuidar de Alex, el pequeño hijo del doctor. La madre de éste se había muerto cuando él nació. Tita escuchaba a Alex reír y corretear por el patio, sin ánimos de conocerlo.
Tita lo tomó despacito, disfrutando al máximo el sabor de esas hierbas desconocidas y conocidas al mismo tiempo. Qué sensación más agradable le producían el calor y el sabor de esta infusión. Permaneció un buen rato al lado de esta señora. Ella tampoco hablaba, pero no era necesario. Desde un principio se estableció entre ellas una comunicación que iba más allá de las palabras.
El alma desea reintegrarse al lugar de donde proviene, dejando al cuerpo inerte... Desde que mi abuela murió he tratado de demostrar científicamente esta teoría. Tal vez algún día lo logre. ¿Usted qué opina? El doctor Brown guardó silencio, para darle tiempo a Tita de comentar algo si así lo deseaba. Pero su silencio era como de piedra.
En la noche, cuando John Brown entró al laboratorio, sonrió complacido al ver escrito en la pared con letras firmes y fosforescentes. «Porque no quiero.» Tita con estas tres palabras había dado el primer paso hacia la libertad.
La interpretación de los signos verbales y no verbales está condicionada por los factores lingüísticos y extralingüísticos que aparecen en la interacción. El proceso inferencial que llevan a cabo los hablantes para interpretar dichos signos está regulado por una serie de principios básicos, que son constantes en casi todos los casos. En este trabajo se explicarán los principios pragmáticos, cognitivos y dinámicos fundamentales que rigen el silencio en la conversación y que hacen posible su interpretación. Para ello se partirá de los siguientes supuestos: (a) el silencio tiene siempre un estatus ilocutario, (b) puede constituirse como un acto de habla no verbal, (c) presenta implicaturas fuertes y débiles según el caso, (d) ha de ser calibrado en torno a su interpretación más plausible, (e) es un elemento plurifuncional que se ve afectado por otros signos verbales y no verbales y (f) su significado es cambiante y/o dinámico.
En el presente escrito se indaga sobre el concepto del silencio, no solo como un acto de callar sino como una manifestación misteriosa que no se hace verificable en el otro, sino que queda contenida en la particularidad del actor. A partir de allí, se buscará la profundidad casi infinita de dicho proceso humano y cómo este interactúa con el mundo comunicativo de los tiempos de hoy; para así, comprender su existencia como refugio del ser libre de lo externo, suspendido en sí mismo y haciéndose genuino en la cotidianidad de la vida. 2b1af7f3a8